miércoles, 30 de diciembre de 2009

CÍRCULOS CERRADOS

PAUL KLEE


Cada uno de nosotros vive tan solo una parte infinitesimal de la compleja experiencia del mundo. Nacemos británicos, colombianos, españoles, griegos o iraníes. Somos maestros, ingenieros, obreros de la construcción, escritores, comerciantes, empleados de banco para siempre y nada más.

No podemos acercarnos a la forma de ver la vida de los habitantes de Camboya, Etiopía o Escandinavia, de los manatíes, las gaviotas o las hormigas, de los organismos microscópicos, de las encinas, las orquídeas o las flores de loto.

Nos juntamos en pequeños círculos cerrados, rodeados de gente anónima a la que no conocemos. Solo tratamos con diez, quince o, todo lo más, con cien de nuestros congéneres, y de esas relaciones tan limitadas emergen, sin embargo amistades profundas, odios e intensas pasiones.

Vivimos con una misma mujer o con un mismo hombre durante años, pero el resto de mujeres y hombres nos resultan tan extraños como sombras fugitivas, como espíritus perdidos que, a escondidas, atraviesan la calle.



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