
Gatillo es el personaje más importante del Callejón de las Dificultades. No es agresivo ni pendenciero, como parece presagiar su nombre, sino suave y delicado, armonioso como un ángel, sonriente como un muchacho enamorado.
La gente del Callejón vive casi del aire. Pocos trabajan o tienen rentas fijas. No hay casi funcionarios, comerciantes, políticos, profesores ni hombres de negocios. Algunos son rateros, otros contrabandistas o traficantes. La mayoría pasea de día y de noche, sin rumbo fijo, contemplándose entre si, o ya aburridos de verse, se concentran en sus propia contemplación, en sus mundos internos.
Gatillo tiene dotes extraordinarias. Adivina el pensamiento y puede transmitir a los otros mensajes telepáticos. Se comunica de ese modo con sus amigos y vecinos. Claro que esa comunicación se da en una sola dirección. Aquellos que consiguen captar sus mensajes con claridad son incapaces de devolver la llamada.
Muchos se esconden a su paso o se tapan la cara, convencidos de que el rostro delata sus intenciones, su mundo escondido y ruin. Gatillo, sin embargo, no necesita verlos. Se comunica a través del aire, por un componente infinitesimal que acompaña al oxígeno en su devenir por el mundo, que da la vida y la quita y transforma ideas y pensamientos en vehículos alados.
Otros, en cambio, lo buscan ávidamente, como si fuera un hechicero o un sacerdote del vudú. Cuentan que resuelve cualquier problema, que supera dificultades y contratiempos como Thor, el dios vikingo, como Vishnú o la serpiente alada de las leyendas mixtecas.
Gatillo no es fuerte ni bien parecido, pero duerme acompañado cada noche por la muchacha más bella del Callejón. Ella, a cada minuto, enamorada, recibe un beso a través del espacio, un mensaje de amor, una rosa de viento.
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