YANG QIAN (Hotel Room)
No creo que el nacionalismo se cure viajando. La prueba de ello son todos los políticos y grandes hombres de negocios norteamericanos, franceses, españoles, británicos, rusos, saudíes, israelitas, que se dedican a recorrer el mundo utilizando dinero público o privado, sin modificar un milímetro sus convicciones patrióticas.
Lo que tal vez se cure viajando, al menos en ciertos casos, es el egocentrismo, el hecho de considerarse uno mismo el centro del mundo, un ser especial y único, la razón alrededor del cual giran el sol, los planetas y todas las estrellas.
Estuve el pasado fin de semana en Barcelona. Hace ocho o días años que no visitaba la ciudad. Entonces me había propuesto volver al menos una vez al año, pero, como sucede a menudo, había incumplido ese deseo.
La ciudad estaba llena de gente: turistas italianos, alemanes, asiáticos, sudamericanos. Un maremágnum de personas de razas y edades diversas inundaba las calles, el puerto, el paseo marítimo, las ramblas, los hoteles, las bocas de metro, las estaciones de tren. Al ver esa ingente cantidad de personas, pensé que la vida individual apenas tiene algún valor en este mundo, sino para unos pocos allegados que tal vez también, una vez que lo abandonemos, se olvidarán rápìdamente de nosotros. Es curioso, estos pensamientos no me parecían en absoluto deprimentes o sombríos. Me gustaba sentirme miembro de una masa, de un ejército de turistas, de un desfile de hormigas consumidoras que caminan apresuradas de aquí para allá.
Ya de regreso me he vuelto a hacer, nuevamente, el propósito de volver a Barcelona el año que viene. ¿Lo haré?. No lo se, la vida, da lo mismo si nos dejamos arrastrar por ella o si tratamos de oponernos a sus extraños designios, nos conduce allá donde quiere, a sus propios puertos, calles y ciudades, mezclándonos una y otra vez con seres desconocidos que pasan a nuestro lado, intermitentes como estrellas fugaces o resplandecientes e intensos como soles permanentes.
No creo que el nacionalismo se cure viajando. La prueba de ello son todos los políticos y grandes hombres de negocios norteamericanos, franceses, españoles, británicos, rusos, saudíes, israelitas, que se dedican a recorrer el mundo utilizando dinero público o privado, sin modificar un milímetro sus convicciones patrióticas.
Lo que tal vez se cure viajando, al menos en ciertos casos, es el egocentrismo, el hecho de considerarse uno mismo el centro del mundo, un ser especial y único, la razón alrededor del cual giran el sol, los planetas y todas las estrellas.
Estuve el pasado fin de semana en Barcelona. Hace ocho o días años que no visitaba la ciudad. Entonces me había propuesto volver al menos una vez al año, pero, como sucede a menudo, había incumplido ese deseo.
La ciudad estaba llena de gente: turistas italianos, alemanes, asiáticos, sudamericanos. Un maremágnum de personas de razas y edades diversas inundaba las calles, el puerto, el paseo marítimo, las ramblas, los hoteles, las bocas de metro, las estaciones de tren. Al ver esa ingente cantidad de personas, pensé que la vida individual apenas tiene algún valor en este mundo, sino para unos pocos allegados que tal vez también, una vez que lo abandonemos, se olvidarán rápìdamente de nosotros. Es curioso, estos pensamientos no me parecían en absoluto deprimentes o sombríos. Me gustaba sentirme miembro de una masa, de un ejército de turistas, de un desfile de hormigas consumidoras que caminan apresuradas de aquí para allá.
Ya de regreso me he vuelto a hacer, nuevamente, el propósito de volver a Barcelona el año que viene. ¿Lo haré?. No lo se, la vida, da lo mismo si nos dejamos arrastrar por ella o si tratamos de oponernos a sus extraños designios, nos conduce allá donde quiere, a sus propios puertos, calles y ciudades, mezclándonos una y otra vez con seres desconocidos que pasan a nuestro lado, intermitentes como estrellas fugaces o resplandecientes e intensos como soles permanentes.
2 comentarios:
Hola Ramón, tus textos suelen ser excelentes radiografias de momentos; percepciones y sentimientos bien explicados que conforman tu magnífica página.
Un saludo
Gracias por el comentario, Pepe. Es una maravilla oír cosas así, y más si vienen de tu parte.
Un saludo,
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