ZHANG XIAOGANG
El anciano padre Shi dejó de hablar durante
varias horas y su mitad izquierda se paralizó. Después de una intervención
quirúrgica de madrugada y de varias semanas de reposo, consiguió recuperarse
casi por completo, aunque en su cerebro aún permanecían, agazapados, pequeños
acúmulos de sangre y diminutas zonas infartadas.
Shi era vendedor de juguetes. A consecuencia
de su reciente enfermedad y del auge de los modernos artilugios electrónicos,
que hacían casi inexistentes sus ganancias, decidió jubilarse y cerrar su
negocio. Vendió en un mercadillo el resto de la mercancía, ya pasada de moda y
se fue a vivir con su hija a una nueva construcción que se adentraba en el
cielo de la ciudad de Tianjin.
Sin embargo, a pesar de que las secuelas eran casi
imperceptibles, la enfermedad había realizado profundos cambios en su interior.
Mientras su hija acudía al trabajo como auxiliar de dentista él pasaba las
horas a solas, mirando al horizonte de la ciudad desde la ventana, como un
monje taoísta o como un lama abstraído en sus propios universos. Otras veces se
sentaba en un banco de alguna de las grandes avenidas y observaba a los jóvenes
y los adultos que pasaban apresurados, andando, en coches o en bicicletas.
Distinguía en ellos manchas de colores brillantes, fogonazos del pasado y del
futuro, pensamientos ocultos, nubes de amor y de odio, líneas de polvo estelar
que los atravesaban como invisibles colas de cometa.
Un día Shi, sentado sobre la hierba, frente
al río Haihe, observó su propio destino. A cámara rápida vislumbró que su mente
y su cuerpo lastimados se iban apagando como un rayo de luz y que tras su
muerte viajaba a un paraje muy extraño. Allí se sintió feliz, como si su dios
oculto, el espíritu que se movía con dificultad por su cuerpo, ya conociera
aquel lugar.
Esa misma noche, la policía, alertada
por su hija, lo encontró al borde del río, tendido sobre una estera de esparto,
sin vida, como si fuera una marioneta sin hilos o un muñeco de madera que
deseara que lo acunase en sus brazos una niña de los barrios pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario