miércoles, 25 de febrero de 2009

KOKOPELLI


Kokopelli vive en la Ciudad de las Serpientes. Es uno de sus habitantes más notables, querido y respetado por todos, vividor y noctámbulo, adivino, músico, viajero, navegante y conquistador de muchachas. Enamora a las mujeres sin remedio. Sin embargo, ninguna parece echarle en cara su espíritu disipado y libertino, su inconstancia amorosa.

Muchos quieren que Kokopelli sea su alcalde, su dirigente. Todas las organizaciones políticas tratan de atraerlo a sus filas. Él responde una y otra vez que no es un hombre de mando, que es un poco anarquista, que voltearía sus costumbres y revolucionaría la sociedad, un tanto conservadora, de la Ciudad. Dice que acabaría con los bancos, que los policías irían desarmados, que no permitiría a los soldados deambular por sus calles, que prohibiría la riqueza desmedida, que erradicaría la pobreza, que reduciría el tiempo de trabajo y acabaría con la educación obligatoria. Sus conciudadanos, al oír esto, se quedan pensativos, y entre tanto el tiempo transcurre y Kokopelli, como un nuevo Simbad, emprende otro viaje.

Kokopelli no busca hacer dinero, sino exprimir la vida. Quiere, cuando alcance el último tramo de su camino, haber viajado a todos los países del mundo, conocer a sus gentes, convivir con ellos, hablar en sus lenguas, probar sus comidas, conocer sus mitos, sus costumbres y sus ideas. Le gustaría haber amado a mujeres italianas, iraquíes, birmanas, haitianas, sudafricanas, escandinavas, escocesas, mexicanas. Desearía haber dado la vida a varios niños y niñas en cada parte del mundo y estar junto a ellos a cada momento. Como no ha descubierto aún el modo de llevar una existencia múltiple, sueña con vivir en una enorme casa donde poder reunirlos a todos.

Para Kokopelli, cada nuevo año de vida que se le ofrece es un regalo inesperado y maravilloso. Solo hace planes a corto plazo, las ideas bullen en su cerebro para la próxima primavera o para el verano o el invierno que la siguen. Vive solo en una casa llena de sol, limpia y desordenada, que siempre está llena de visitas. Casi siempre duerme acompañado, aunque no se le conoce una pareja estable. Él, cuando quiere estar tranquilo, coloca un manojo de flores secas en su puerta, y nadie se atreve a molestarlo.

Nadie ha visto a Kokopelli en los últimos meses. Unos dicen que está en el Tíbet, donde aprende los caminos que llevan hacia el viaje interior. Otros afirman que ha montado un negocio en una playa remota de Brasil, donde por fin una muchacha lo enamoró para siempre. Unos más cuentan que está navegando alrededor del mundo y que tal vez ande ahora por la Tierra del Fuego, por Micronesia o por la antigua Ceilán. Entre tanto, algunas muchachas de la Ciudad pasean por el puerto y otean, abstraídas, el mar. Los hombres hablan de él en las tabernas y deciden nuevamente que le ofrecerán, tan pronto como regrese, el máximo cargo de la ciudad. Los niños, correteando alborotados por las calles que conducen al puerto, juegan a ser como él e imaginan que van en su barco y que son los protagonistas de sus hazañas.



lunes, 23 de febrero de 2009

POEMA CERO

REBECCA HAYWARD (Persuasion)

Busco mi propio lugar en el tictac de tus pasos, en el claroscuro de las tormentas, en los círculos que me aprisionan, en los trenes de soldados.

He descubierto el silencio. Abandoné mi trabajo, ahora soy vigilante nocturno, boxeador, traficante, abro cadáveres.

He quemado mis títulos. Amo a una prostituta a la que espero cada noche cuando regresa a su cama, agotada por el trabajo.

Mi cabeza rapada, veteada por la luz de la luna, es hermosa como el rostro de un duende, como la testuz de un ciervo.


lunes, 16 de febrero de 2009

LA SALA DE CIRUGÍA

MANUEL LÓPEZ-VILLASEÑOR (Habitación 211)

Nubes de aerolitos atraviesan tu mente como puntos fosforescentes, buscando el lugar exacto donde crecen tus sueños, como volcanes o pequeños géiseres.

Tu cuerpo yace inmóvil sobre la mesa de operaciones, tus fibras se entreabren, una a una, con un ligero soplo.

Se escucha la música secreta del hielo mientras el muchacho asesino dibuja en tu sien una espiral con su cuchillo.


jueves, 12 de febrero de 2009

EL AÑO DE VLAD

LUCIAN FREUD (John Minton)

2007 fue el año de Vlad. Todo le fue excepcionalmente bien de un modo inusual. Ganó mucho dinero en bolsa, haciendo caso a los consejos de un amigo con quien se había encontrado de un modo casual. Con el dinero que había conseguido se compró una casa amplia y luminosa. Obtuvo también, a muy buen precio, un todo-terreno del que se quería deshacer un amigo caprichoso. Vlad vivía en un sueño, se sentía realizado y feliz. Sus pasados problemas económicos habían desaparecido de repente. Además, y esto era sin duda lo más importante, conoció a Shiva, la mujer que le iba a dar una hija, su gran ilusión, que consideraba perdida para siempre a sus 46 años. Se fueron a vivir juntos al poco tiempo de conocerse. Se besaban y abrazaban a cada paso, disfrutaban de un sexo dulce y abrasador a un tiempo, de un amor intenso y vital que transformó su vida por completo.

2008, por el contrario, fue el año más desgraciado de su vida. Tuvo un grave accidente de automóvil del que salió vivo milagrosamente, con algunas fracturas sin importancia. Maddi, su hija, nació antes de tiempo, con poco más de un kilo de peso y tuvo que permanecer durante varias semanas en una incubadora, sin que los médicos se atreviesen a descartar posibles secuelas físicas o psicológicas en el futuro. Poco después perdió buena parte de su dinero debido a la crisis bursátil y casi a un tiempo descubrió que su mujer se citaba con otro hombre. Un día la siguió y los vio entrar juntos en una casa desconocida. Le pareció joven, alto y guapo, mucho más atractivo, sin duda, que él.

Vlad decidió no hacer ni decir nada. Hablaba con su mujer con toda la normalidad que le era posible y observaba cada día a su hija que iba haciendo pequeños movimientos de exploración de su nuevo mundo. Cada vez que la veía sonreír se iluminaba su vida. Su mujer, en cambio, cuando estaban juntos parecía ensimismada y ausente.

Vlad empezó 2009 sin planes de futuro, sin otros deseos que ver crecer a la niña y estar a su lado la mayor parte del tiempo. Organizó su vida para trabajar menos y así poder cuidarle. Sus ingresos se redujeron, y pensó que Shiva lo abandonaría definitivamente. Sin embargo, poco a poco se fue percatando de que su mujer no llegaba tan tarde como antes, y de que a menudo se quedaba mirándoles fijamente, con una expresión vacía y feliz. A veces, Vlad, cuando la veía así, concentrada en la pequeña, pensaba que ella, al igual que Maddi, no era más que una niña indefensa ante el mundo. Entonces se atrevía a tomar suavemente su mano y la observaba pestañear, sorprendida y tímida, como en sus primeras citas.


miércoles, 11 de febrero de 2009

LA ESCUELA DE MONSTRUOS

REMEDIOS VARO (Hacia Acuario)

La vida es un obsequio maravilloso, pero algunos, por el contrario, obtienen en su lugar un regalo envenenado, una herencia infame y atroz. Reciben al nacer deformidades, graves dolencias físicas, taras congénitas, fallas psíquicas, son abandonados por quienes los engendraron o devienen huérfanos por el giro inesperado de un destino trágico. Para ellos, tal vez, Michel Aguerre, un médico psiquiatra nacido en Guéthary, pequeño pueblo costero del País vasco-francés, fundó en las afueras de París su escuela de monstruos.

El propósito de Michel era convertir la nueva escuela en un lugar de apoyo a los maltratados por la vida, a los nacidos en franca desventaja sobre los otros. No se trataba de un hospicio, un lazareto o un hospital, sino de un lugar turbulento y revolucionario, donde se buscaba la felicidad de una manera absoluta, sin retrasos ni muletas, sin trampas y sin excusas. Michel llamó al lugar “Escuela de alquimia social”, un nombre que tal vez pretendía ser poético. Sin embargo, los vecinos, los visitantes e incluso las autoridades, contemplando con una sonrisa el tipo de chicos y chicas que asistían a ella, muchachos macrocéfalos, retrasados, lisiados, mancos, obesos mórbidos, convino en llamarla “la Escuela de Monstruos”.

Muchos de los alumnos, sin embargo, tenían una apariencia completamente normal, aunque habían sufrido serios reveses, pruebas trágicas del destino en sus cortas existencias: accidentes, abandonos, palizas, castigos y humillaciones en distintos grados. Allí, sin embargo, se sentían a salvo. Los alumnos podían ser, de acuerdo con sus gustos o sus necesidades personales, internos o externos, y existía libertad absoluta para permanecer en él centro o abandonarlo.

Las técnicas utilizadas eran sorprendentes: apreciación y refuerzo positivo constante de cada niño o muchacho, extraños juegos de contacto físico, llantos y risas provocadas, misteriosas prácticas sexuales y técnicas de liberación de terrores, entre otras. Casi todos dormían juntos, en salas grandes, a su aire o abrazados, formando parte de una sola familia, de un único magma que era similar a la materia de la que surge la vida, perfecta y a su vez llena de imperfecciones y fisuras.

La primera regla que debían respetar los alumnos era aceptar y amar a todos tal y como fueran, estúpidos o inteligentes, hermosos o deformes, gruesos o enfermos de anorexia. En un principio, sin embargo, casi todos se reían de los demás, tratando de vengar las afrentas sufridas en propia carne con burlas hacia sus compañeros. Después, poco a poco, todo fue cambiando. Con la fuerza de la solidaridad y el apoyo mutuo casi todos mejoraron enormemente de sus males durante su estancia en el centro.

Durante su segundo año de vida escolar, un joven realizador de televisión visitó la escuela, tanteando la realización en ella de un film documental. Impresionado por lo que vio, regresó al día siguiente con su equipo de filmación, y pasó semanas grabando las escenas de la vida diaria del centro.

El programa sobre la escuela de monstruos tuvo un éxito arrollador en las pantallas de todo el país. Ser diferente pasó a considerarse, de algún modo, una marca de distinción. Algunos de los alumnos fueron entrevistados como gente interesante y con grandes cosas que decir. Chicos jóvenes de las escuelas y los liceos cubrían sus carpetas con fotografías de los alumnos de la escuela, que recibían llamadas con solicitudes amorosas de bellas muchachas y muchachos.

Fueron muchos los que pidieron ingresar en la escuela. Eran individuos normales, que únicamente pretendían girar sus vidas, empezar un nuevo camino, dar un vuelco a su existencia monótona y gris. Sin embargo, no fueron admitidos y siguieron paseando sus desdichas de seres normales por los bulevares de la Ciudad de la Luz, por las calles del Barrio Latino, por los márgenes dorados del Sena.


lunes, 9 de febrero de 2009

POEMA QUE FLOTA COMO UNA HOJA SECA

TIGHTROPE WALKER

Los acróbatas vacilan sobre alambres amarrados a los puentes, en su pelo iluminado de rojo se refleja la constelación del Cisne.

Un gato moribundo busca cobijo entre las barcas y los ve caer sobre las hojas secas que cubren el agua.

Las barcazas se alejan inmóviles, con las luces apagadas. Líneas de amargura invisible atraviesan el aire donde flota una pluma de águila y los primeros cristales de la nieve.


jueves, 5 de febrero de 2009

CONTRAHECHIZOS

ZHANG XIAOGANG (Amnesia and Memory)

Bikkhu construye su destino sin saberlo. Como se cree indigno de conquistar a ninguna muchacha, se contenta con observarlas fijamente, desde lejos, lo que resulta molesto para ellas, o les escribe cartas o mensajes, ya que la facilidad y el atrevimiento que le faltan con el lenguaje verbal le sobran con la palabra escrita. Muchas, sin embargo, ven en ello algo inquietante, peligroso o enfermizo.

Lleva seis meses en el paro y ha llegado a creer que siempre estuvo así y que esta situación se prolongará para siempre. Sin embargo, hace solo unos meses trabajaba, tenía dinero y se sentía igualmente atrapado e infeliz.

Sus propios pensamientos contaminan su vida, de modo que no avanza en aquello que se propone, no encuentra una nueva ocupación, nadie le llama en su cumpleaños, ninguna mujer lo mira con deseo, sus conocidos rehúsan su compañía.

Un día acude a un extraño adivino. Este lo observa con gran interés mientras habla, animado por su atenta escucha. El brujo utiliza un manojo de cartas, pero casi no necesita mirarlas. Lee el destino del muchacho con clarividencia, describe sus años por venir, sus amores dispersos, los hijos que no nacerán, las opciones perdidas.

El mago concluye que Bikkhu está hechizado por sí mismo y elabora un contrahechizo. Cada mañana debe hacer una lista de deseos y es entonces cuando descubre la raíz de su mal: todo le da igual, no busca nada. Después de mucho cavilar apunta vagamente dos o tres aspiraciones, encontrar una muchacha, trabajar o tener tiempo libre.

Bikkhu espera una semana, dos meses, tres años. Al final de ese tiempo, ha olvidado su visita al adivino, sigue triste y afligido, pero vive con una muchacha, ha encontrado un trabajo y tiene libre cada tarde. No obstante, se dirige a la mujer con desgana, su sueldo le parece minúsculo y no sabe en qué gastar su tiempo libre. Sus deseos se han cumplido de una manera nebulosa, como él los decidió.

Bikkhu nunca tiene tiempo para pensar en sí. Solo se detiene a lamentarse. Piensa en acudir otra vez al lugar donde visitó a aquel brujo, pero cree que seguramente es un tiempo perdido, pues volverá a errar en sus designios y una pereza infinita lo vence.


miércoles, 4 de febrero de 2009

EL CUADERNO MORADO

JOHN SINGER SARGENT (Carnation, Lily, Lily, Rose)

Los niños conocen los secretos del mundo. Son maestros del zen, bodhisattvas, derviches giróvagos, adivinos, exploradores del infinito.

Quien olvida el niño que fue camina extraviado por la vida. Se convierte en otro distinto, arrincona su alma en un oscuro desván donde la luz no entra.

Los niños tienen amigos invisibles, con los que hablan y juegan. Tal vez existan de verdad y no seamos capaces de verlos, como no vemos la electricidad, las ondas de radio, los sentimientos ocultos, el vaivén incesante de nuestras mentes, la transmisión del pensamiento.

Ellos no aspiran a dirigir empresas, hospitales o gobiernos. Quieren ser lecheras, enfermeros, payasos, conductoras de tren, pilotos de avión. No buscan acumular automóviles o casas. Solo tratan de parecerse a aquellos que son.

Trato de rescatar los recuerdos de mi infancia perdida. Los escribo, con dificultad, en un cuaderno morado, pregunto a mi madre y a mi padre, investigo las viejas fotografías de familia, de la escuela o el barrio, para saber lo que vine a hacer a este mundo, antes de que otros dirigieran mis pasos, antes de que supiera nada de mí.