miércoles, 28 de octubre de 2009

AUTOAYUDA

GUILLERMO PÉREZ-VILLALTA (Asunto mitológico al atardecer)

Dogdog es un gran aficionado a los libros de autoayuda. Ha leído todas las obras de sus dos maestros, Paulo Coelho y Jorge Bucay, y a un gran número de otros pensadores que ocupan un lugar destacado en su mesilla de noche. Son autores que se dedican a emborronar páginas sobre los extraños caminos del alma, escritores a medio camino entre los literatos de mérito y los vividores del cuento.

A él, a su vez, le gusta escribir pequeñas historias, relatos y poemas. “La vida se puede descomponer en miles de fracciones, en millones de instantes distintos” escribe Dogdog, “alegres y tristes, indiferentes o monótonos, que forman un puzzle personal de mil colores: blanco, amatista, salmón, gris, rosa o negro profundo, distinto de todos los otros”.

“Debemos vivir uno por uno los instantes que nos quedan, ya sean unos pocos o cientos de miles, debemos entregarnos de lleno en cada cosa que nos pasa, en cada persona que encontramos y perdemos, en nuestros nuevos trabajos, en las dimensiones ocultas de la vida, en el movimiento celular, en cada sonido que escuchamos, en cada respiración, en cada alimento que pasa por nuestra boca, en cada beso que roza nuestros labios”.

Dogdog se gastó sus pequeños ahorros de ayudante en una carnicería para pagarse la publicación de un libro de pequeño formato, apenas sesenta páginas, para lo que tuvo que resumir o quitar muchas de sus ideas como se poda una hortensia o un rododendro. Su mujer, mientras tanto, lo observaba atónita, sin llegar a alcanzar sus pensamientos.

Llevó su libro a las bibliotecas públicas y a todas las librerías de la ciudad. Esperaba llamadas de agradecimiento, mensajes de correo electrónico, entrevistas en la radio o en los diarios. Sin embargo, vendió un solo libro, que su mujer guarda, como un tesoro, sin leer, en un baúl cerrado con una llave que esconde al lado del corazón, en su pecho.



martes, 27 de octubre de 2009

CADA UNO FABRICA SU CUERPO

HENRI DE TOULOUSE-L AUTREC (Seated Dancer in Pink Thigts)


Cada uno diseña su vida, cada uno fabrica su cuerpo. Con el paso del tiempo las toxinas se acumulan en el vientre, en la piel, en el rostro. Las piernas se hinchan, suaves líneas anaranjadas atraviesan el arco de los ojos, desgastan los labios, marcan con líneas quebradas el pecho y el cuello.

Cada uno construye su alma, la acuna con palabras de amor o de odio, la dibuja con negras tormentas, la flagela con golpes de sangre, con viejos rencores, la abriga en las noches adversas, cuando nada tiene sentido, cuando la vida nos muestra su rostro ennegrecido, sus rasgos oscuros.


martes, 20 de octubre de 2009

PROYECTO PARA DESTRUIR LA TORRE EIFFEL



En su último curso de la Escuela de Arte de París, Dumdum, un muchacho de origen africano, presentó un original trabajo titulado “Proyecto para destruir la torre Eiffel”. Había calculado, mediante la colocación estratégica de diversas cargas explosivas, los variados ángulos de caída, de forma que la torre se desplomara muy lentamente, transformándose, con la ayuda de una iluminación sugerente, en otra cosa distinta, más bella y agradable en su opinión, con la armonía que dan las formas caprichosas de la propia naturaleza, que crea y mata, que elabora y destruye.

El trabajo fue calificado con un clamoroso suspenso por sus profesores, tal vez demasiado sensatos y convencionales, con una calificación de cero con cinco sobre diez puntos posibles. Dumdum llegó a ser interrogado incluso por la Gendarmería, informada por algún miembro del claustro, que horas después dejó al muchacho en libertad sin ningún cargo.

Para acabar la carrera, Dumdum tuvo que redactar un nuevo proyecto, más conservador y condescendiente con los estereotipos y las normas no escritas del arte. En él trató de reconstruir el asalto de la Bastilla, con un juego de fuegos y de luces estratégicamente situados que cercaban a los visitantes, sonidos desgarradores que atronaban desde un sistema amplificado y violentas imágenes de destrucción y agonía.

Su nuevo proyecto obtuvo un aprobado raspado, debido tal vez a la presencia en el tribunal de algún profesor tan absurdo y disparatado como él mismo. Sin embargo, Dumdum nunca llegó a poner su plan en práctica. Con su licenciatura bajo el brazo se fue a vivir a Atenas con una compañera del curso, de origen griego, a quien había dejado embarazada sin pretenderlo.

Allí el muchacho continuó proponiendo planes descabellados a las instituciones de la ciudad, como pintar el Partenón de azul claro, para que se confundiera con el color del cielo y el mar o volar con dinamita la colina donde se asienta, para hacerlo destacar aún más, como si estuviese suspendido en el aire. Sin embargo, sus propuestas eran rechazadas una y otra vez por los responsables municipales, que no parecían comprender el valor transformador del arte. Así, Dumdum se vio obligado a buscar un trabajo remunerado como profesor de dibujo y pintura en un colegio privado, para poder mantener así a Minos, su hijo recién nacido y a su joven esposa.

Dumdum tuvo cierto éxito como retratista infantil entre las madres adineradas que acudían a la salida del colegio en sus coches de lujo. Ganó dinero, puso un estudio, echó una tripa prominente y desarrolló una desmedida afición por el fútbol y la cerveza, que provocaba el enojo de su esposa. Poco a poco fue olvidando sus proyectos disparatados y desde entonces solo pinta, de tiempo en tiempo, retratos de niños ricos, atardeceres, paisajes y muchachas mirando al infinito mientras sueñan con ricos herederos, con grandes veleros que surcan el mar.



jueves, 15 de octubre de 2009

EL CALLEJÓN DE LAS DIFICULTADES

BALTHUS (La rue)


Gatillo es el personaje más importante del Callejón de las Dificultades. No es agresivo ni pendenciero, como parece presagiar su nombre, sino suave y delicado, armonioso como un ángel, sonriente como un muchacho enamorado.

La gente del Callejón vive casi del aire. Pocos trabajan o tienen rentas fijas. No hay casi funcionarios, comerciantes, políticos, profesores ni hombres de negocios. Algunos son rateros, otros contrabandistas o traficantes. La mayoría pasea de día y de noche, sin rumbo fijo, contemplándose entre si, o ya aburridos de verse, se concentran en sus propia contemplación, en sus mundos internos.

Gatillo tiene dotes extraordinarias. Adivina el pensamiento y puede transmitir a los otros mensajes telepáticos. Se comunica de ese modo con sus amigos y vecinos. Claro que esa comunicación se da en una sola dirección. Aquellos que consiguen captar sus mensajes con claridad son incapaces de devolver la llamada.

Muchos se esconden a su paso o se tapan la cara, convencidos de que el rostro delata sus intenciones, su mundo escondido y ruin. Gatillo, sin embargo, no necesita verlos. Se comunica a través del aire, por un componente infinitesimal que acompaña al oxígeno en su devenir por el mundo, que da la vida y la quita y transforma ideas y pensamientos en vehículos alados.

Otros, en cambio, lo buscan ávidamente, como si fuera un hechicero o un sacerdote del vudú. Cuentan que resuelve cualquier problema, que supera dificultades y contratiempos como Thor, el dios vikingo, como Vishnú o la serpiente alada de las leyendas mixtecas.

Gatillo no es fuerte ni bien parecido, pero duerme acompañado cada noche por la muchacha más bella del Callejón. Ella, a cada minuto, enamorada, recibe un beso a través del espacio, un mensaje de amor, una rosa de viento.



miércoles, 14 de octubre de 2009

EL SENDERO DE LAS LAMIAS

WALASSE TING (Deux dames)


La sinceridad no es un deber ante los otros, sino un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Las mujeres y hombres que se exponen como son, sin dobleces, sin trampas, quienes muestran sus cartas, los que actúan con nobleza y prestan su ayuda a cualquiera, son magos maravillosos que transmutan la vida, duendes o hadas, príncipes y princesas que heredaron un mundo perdido.

Estas lamias de ojos hermosos abren sus sentidos para escuchar sus entrañas, para oler y morderse las manos, para sentir el latido de la sangre en su cuello. Solo creen en aquello que habla a través de ellas o de su entorno mágico. Su oráculo son los árboles, las estrellas, los insectos que vuelan a la altura de sus ojos, el susurro del viento en sus mejillas.

Estos apuestos elfos de bellos rostros son obreros, empleados o estudiantes, príncipes desgarbados que no maltratan a nadie salvo para defenderse si un peligro mortal los acecha. Eluden las disputas, no hablan mal de los otros, no castigan o insultan, no condenan a oscuras mazmorras o a torturas impensables a quienes defienden su derecho de frente y con la mirada elevada. Sirven a sus súbditos bebidas, manjares y los confortan en los momentos tristes que la vida nos ofrece a todos, reyes o lacayos.

Estos y estas humildes aristócratas vagan de incógnito por los viejos arrabales, vestidos modestamente, y su único afán es sonreír a los niños y a las estrellas, descubrir nuevos sabores y planetas, percibir el instante que se posa en los átomos de sus dedos, aguardar el paso de los espíritus, explorar el sendero secreto que nos lleva a un lugar desconocido donde nada, salvo la misma vida, importa.


lunes, 12 de octubre de 2009

EL CLUB DE LOS CANÍBALES

ZHANG YIWANG (Portrait n. 2)


El Club de los Caníbales solo admite a mujeres y hombres de modales impecables e indumentaria exquisita, bienpensantes, de sonrisa seductora y saneada situación financiera. El envoltorio debe ser intachable, pero el Club exige otras aptitudes que no aparecen en sus estatutos fundacionales o en sus normas internas.

Así, para ingresar en él debe acreditarse un extenso currículum de vicios ocultos y prácticas perversas: sodomías, vejaciones, violaciones, desfalcos, golpes de estado, torturas, estafas, tráfico de armas o asesinatos de guerra. Además, se valora grandemente haber salido indemne de todos ellos, sin una sola citación legal, sin una reseña periodística.

El Club, sin embargo, apoya a los miembros que caen en desgracia, destruye pruebas, encubre actos ilícitos, asesora en materia de sobornos, pillaje y estética caníbal. Una revista enviada en secreto a sus socios instruye en estas artes y en muchas otras a los miembros del Club. Muestra automóviles lujosos, yates de ensueño, armas cortas, trajes impecables, abrigos de fantasía, piedras preciosas, mansiones protegidas por costosos sistemas de seguridad.

Los socios del Club actúan siempre en favor de sí mismos. Se presentan ante los otros como magnánimos o intransigentes, de acuerdo con las circunstancias. Muestran un gran manejo del Chi, moviendo sin esfuerzo la energía cósmica de las tinieblas a la claridad, del Ying al Yang, de la arquitectura sublime a la crueldad y la destrucción impía.

La marca del Club de los Caníbales es una pequeña calavera roja tatuada en la base del cuello. Al verla en otros, quienes pueden reconocerla se hacen a un lado, obsequiosos y sumisos. Una sonrisa de sometimiento y adhesión infinita brilla en la comisura de sus labios, como una diminuta línea de sangre.



martes, 6 de octubre de 2009

LA MIRADA DEL JAGUAR



Bikku no había visto nunca un jaguar. Mientras recorría la ruta maya con un grupo de viajeros acomodados, les llevaron a un parque de la naturaleza, que en realidad no era más que un zoológico con celdas espaciosas. Todos sus compañeros sacaban fotografías a los guacamayos y a las iguanas, pero él no podía apartar los ojos de un jaguar que había descubierto, tendido sobre el suelo de su estrecha prisión.

El animal parecía dormir. Sin embargo, de repente abrió los ojos y se le quedó mirando muy fijamente. Bikku no pudo aguantar su mirada más allá de unos segundos. Sus ojos le helaron, le traspasaron como si hubiera rasgado con sus colmillos o sus garras los músculos de su cara.

Bikku estaba atravesando unos días melancólicos. Había conocido a una chica de Barcelona, que ahora veía a unos pasos observando a un grupo de pelícanos, y se sentía enormemente atraído por ella. La mujer estaba recién separada y apenas hablaba con él, que tenía la sensación de que lo rehuía constantemente.

Al atardecer, sin ganas de bañarse con todos en la piscina de su resort, Bikku se fue a pasear por la orilla del Mar Caribe. Estaba oscureciendo. Entonces recordó que alguien le había dicho que, de vez en cuando, se veían jaguares por aquellos caminos, ya que llegaban hasta el borde del mar en busca de alguna presa desprevenida. Los hoteles estaban muy cerca, por lo que la presencia del temible animal le parecía científicamente imposible, aunque la caída de la noche siempre le había provocado una sensación de inseguridad y miedo a las tinieblas que poco a poco iban recuperando su poder sobre el mundo. Bikku, atemorizado, volvió a paso muy rápido, mirando hacia todas partes.

Al sentirse a salvo tras la barrera de entrada al recinto, sin embargo, Bikku sintió que una extraña fortaleza crecía en su interior. Se sentía tan valiente y poderoso como un jaguar, capaz de cualquier cosa, y se acercó a la mujer decididamente. Ella, sin embargo, le contestó con una frase de compromiso y se alejó hacia el resto del grupo, como un vanidoso quetzal.


lunes, 5 de octubre de 2009

GRANDES MASAS DE HIELO

WILLIAM BRADFORD (Icebergs in the Arctic)


Cualquier agrupación de personas, ya sean amigos, compañeros de trabajo, vecinos o familiares es como un gran bloque de hielo, un iceberg. Lo que queda por encima del agua, lo que aparece a la vista de todos no es sino una pequeña parte de lo que está oculto, de las temibles convulsiones internas, la competitividad y la interacción de sus átomos, los odios y las mentiras acumuladas, las pasiones o los desamores entre sus miembros. Cuanto mayor es la parte sumergida, la zona de hielo que nunca aflora, más se deteriora la comunicación y los grupos funcionan peor. Cuando emerge a la superficie la verdad que permanecía oculta las relaciones son, por el contrario, más auténticas, más reales.

Lo mismo ocurre, tal vez, con las comunidades más grandes, con los barrios, las ciudades, los países o con el mundo entero. Acaso suceda igualmente con los grupos más pequeños, con las parejas, las familias o las uniones transitorias entre cualquier tipo de individuos. El egoísmo personal las convierte en una esfera borrosa, sesgada por los propios deseos, que llevan a su disgregación y su muerte.

Cada individuo es, así mismo, un gran bloque de hielo. Lo que sabemos de nosotros mismos o de lo que nos rodea no es más que una pequeña porción de la realidad. Los demás tal vez pretenden vernos con mayor objetividad. Sin embargo, tampoco perciben más que una pequeña parte de lo que sucede debajo del agua, bajo las colosales masas de hielo ocultas bajo la superficie, detrás de las apariencias y las formas fugaces del mar embravecido, del océano helado que somos.