sábado, 17 de abril de 2010

INTXISU

SIDNEY NOLAN (Girl with Vase of Flowers)

Al frotar con un paño el teclado de su ordenador, donde por accidente había caído una pequeña cantidad de espuma de cerveza, Ainhoa, profesora de 34 años, vio aparecer ante sí a un extraño personaje que parecía llegado del más allá. Era un genio, pero no un genio oriental, hinchado y de tamaño gigantesco, sino un intxisu, antiguo espíritu vasco, travieso y un poco salvaje.

Su especie, por lo que parece, se había escondido en los montes y bosques del País Vasco después de la llegada de Jesucristo, conocido entre su extraña raza como “el Kixmi” y de sus seguidores, los curas, las monjas y los beatos. El intxisu era extremadamente difícil de ver, y las leyendas le hacían responsable de la construcción de los monumentos megalíticos que aún pueblan aquellos parajes neblinosos. Hablaba en euskera, pero se trataba de un dialecto muy arcaico, que Ainhoa, alumna avanzada de un euskaltegi, apenas podía comprender. Era como si un estudiante de pelo encrespado y aspecto grunge se encontrase frente a frente con un campesino del siglo X y entablaran una conversación en castellano antiguo. El intxisu no sabía nada del moderno euskera unificado, ni probablemente tuviera ningún certificado de aptitud. Sin embargo, Ainhoa, con mucha dificultad, pudo seguir su conversación.

“Bi desira dituzu” le pareció entender, es decir: “tienes dos deseos”. Al principio, Ainhoa no cayó en el significado real de esta frase. Después, cuando al fin se dio cuenta de la gran oportunidad que tenía ante sí, se quedó largo rato pensando. Mientras tanto, el intxisu parecía aburrirse. Dudó en pedir algo para sí, pero por fin, la mujer se decidió por asegurar la salud y la felicidad de sus seres queridos, agotando así su primer deseo:

-"Nahi dut nere inguruko guztiak luzaro, zoriontsu eta osasuntsu bizitzea", dijo.

-“Hala Bedi!”, “que así sea”, le contestó el genio. Y se quedó a la espera de escuchar el segundo de los deseos, mientras paseaba la vista distraídamente por la habitación, sorprendiéndose ante los extraños objetos que el mundo moderno colocaba ante sus ojos. Ainhoa no le hizo esperar mucho más:

-"Nahi dut maitasuna lortu eta alaba bat eduki", volvió a decir la mujer.

El intxisu tal vez esperaba solicitudes de bienes materiales, dinero o riquezas inmensas, y no el logro del amor y de un hijo, pero al fin y al cabo se trataba de una mujer nacida en el siglo XX, una generación que le resultaba incomprensible, corrompida por siglos de sometimiento cristiano y lecciones de moral. Por eso dijo nuevamente “Hala Bedi!” y desapareció en el aire, para ir a cualquier lugar a donde se dirijan los genios.

Durante los días siguientes nada ocurrió. Su familia y amigos siguieron sanos y felices. Todos parecían alegres y llenos de vida, si bien antes también parecían haberlo estado.

Cuando ya había olvidado la visita del intxisu, la mujer se encontró un día con Ekhi, un compañero de trabajo de su misma edad. En cierta ocasión había comido con él, y entonces había sentido que temblaba de emoción en su presencia, pero tenía pareja y no se había planteado que pudiera ocurrir nada entre ellos.

Ekhi le dijo que ya no tenía compromisos, que hacía un mes que estaba solo. Fueron a tomar un café y sin darse cuenta pasaron juntos todo el día. Hablaban, reían o permanecían en silencio, pero eran incapaces de separarse. Finalmente él se quedó en casa de la muchacha, hicieron el amor y durmieron abrazados.

A la mañana siguiente, mientras celebraban el primer desayuno juntos de otros miles que vendrían después, un grupo de pequeñas células se juntaban en el interior del cuerpo de Ainhoa, y un espíritu llegado de la Tierra Sin Mal penetraba sus finas membranas, como si este fuera un prodigio inverosímil, un hecho misterioso y mágico que se repitiera a cada instante.


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