jueves, 12 de febrero de 2009

EL AÑO DE VLAD

LUCIAN FREUD (John Minton)

2007 fue el año de Vlad. Todo le fue excepcionalmente bien de un modo inusual. Ganó mucho dinero en bolsa, haciendo caso a los consejos de un amigo con quien se había encontrado de un modo casual. Con el dinero que había conseguido se compró una casa amplia y luminosa. Obtuvo también, a muy buen precio, un todo-terreno del que se quería deshacer un amigo caprichoso. Vlad vivía en un sueño, se sentía realizado y feliz. Sus pasados problemas económicos habían desaparecido de repente. Además, y esto era sin duda lo más importante, conoció a Shiva, la mujer que le iba a dar una hija, su gran ilusión, que consideraba perdida para siempre a sus 46 años. Se fueron a vivir juntos al poco tiempo de conocerse. Se besaban y abrazaban a cada paso, disfrutaban de un sexo dulce y abrasador a un tiempo, de un amor intenso y vital que transformó su vida por completo.

2008, por el contrario, fue el año más desgraciado de su vida. Tuvo un grave accidente de automóvil del que salió vivo milagrosamente, con algunas fracturas sin importancia. Maddi, su hija, nació antes de tiempo, con poco más de un kilo de peso y tuvo que permanecer durante varias semanas en una incubadora, sin que los médicos se atreviesen a descartar posibles secuelas físicas o psicológicas en el futuro. Poco después perdió buena parte de su dinero debido a la crisis bursátil y casi a un tiempo descubrió que su mujer se citaba con otro hombre. Un día la siguió y los vio entrar juntos en una casa desconocida. Le pareció joven, alto y guapo, mucho más atractivo, sin duda, que él.

Vlad decidió no hacer ni decir nada. Hablaba con su mujer con toda la normalidad que le era posible y observaba cada día a su hija que iba haciendo pequeños movimientos de exploración de su nuevo mundo. Cada vez que la veía sonreír se iluminaba su vida. Su mujer, en cambio, cuando estaban juntos parecía ensimismada y ausente.

Vlad empezó 2009 sin planes de futuro, sin otros deseos que ver crecer a la niña y estar a su lado la mayor parte del tiempo. Organizó su vida para trabajar menos y así poder cuidarle. Sus ingresos se redujeron, y pensó que Shiva lo abandonaría definitivamente. Sin embargo, poco a poco se fue percatando de que su mujer no llegaba tan tarde como antes, y de que a menudo se quedaba mirándoles fijamente, con una expresión vacía y feliz. A veces, Vlad, cuando la veía así, concentrada en la pequeña, pensaba que ella, al igual que Maddi, no era más que una niña indefensa ante el mundo. Entonces se atrevía a tomar suavemente su mano y la observaba pestañear, sorprendida y tímida, como en sus primeras citas.


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