ZHANG XIAOGANG (Amnesia and Memory)
Lleva seis meses en el paro y ha llegado a creer que siempre estuvo así y que esta situación se prolongará para siempre. Sin embargo, hace solo unos meses trabajaba, tenía dinero y se sentía igualmente atrapado e infeliz.
Sus propios pensamientos contaminan su vida, de modo que no avanza en aquello que se propone, no encuentra una nueva ocupación, nadie le llama en su cumpleaños, ninguna mujer lo mira con deseo, sus conocidos rehúsan su compañía.
Un día acude a un extraño adivino. Este lo observa con gran interés mientras habla, animado por su atenta escucha. El brujo utiliza un manojo de cartas, pero casi no necesita mirarlas. Lee el destino del muchacho con clarividencia, describe sus años por venir, sus amores dispersos, los hijos que no nacerán, las opciones perdidas.
El mago concluye que Bikkhu está hechizado por sí mismo y elabora un contrahechizo. Cada mañana debe hacer una lista de deseos y es entonces cuando descubre la raíz de su mal: todo le da igual, no busca nada. Después de mucho cavilar apunta vagamente dos o tres aspiraciones, encontrar una muchacha, trabajar o tener tiempo libre.
Bikkhu espera una semana, dos meses, tres años. Al final de ese tiempo, ha olvidado su visita al adivino, sigue triste y afligido, pero vive con una muchacha, ha encontrado un trabajo y tiene libre cada tarde. No obstante, se dirige a la mujer con desgana, su sueldo le parece minúsculo y no sabe en qué gastar su tiempo libre. Sus deseos se han cumplido de una manera nebulosa, como él los decidió.
Bikkhu nunca tiene tiempo para pensar en sí. Solo se detiene a lamentarse. Piensa en acudir otra vez al lugar donde visitó a aquel brujo, pero cree que seguramente es un tiempo perdido, pues volverá a errar en sus designios y una pereza infinita lo vence.
Bikkhu construye su destino sin saberlo. Como se cree indigno de conquistar a ninguna muchacha, se contenta con observarlas fijamente, desde lejos, lo que resulta molesto para ellas, o les escribe cartas o mensajes, ya que la facilidad y el atrevimiento que le faltan con el lenguaje verbal le sobran con la palabra escrita. Muchas, sin embargo, ven en ello algo inquietante, peligroso o enfermizo.
Lleva seis meses en el paro y ha llegado a creer que siempre estuvo así y que esta situación se prolongará para siempre. Sin embargo, hace solo unos meses trabajaba, tenía dinero y se sentía igualmente atrapado e infeliz.
Sus propios pensamientos contaminan su vida, de modo que no avanza en aquello que se propone, no encuentra una nueva ocupación, nadie le llama en su cumpleaños, ninguna mujer lo mira con deseo, sus conocidos rehúsan su compañía.
Un día acude a un extraño adivino. Este lo observa con gran interés mientras habla, animado por su atenta escucha. El brujo utiliza un manojo de cartas, pero casi no necesita mirarlas. Lee el destino del muchacho con clarividencia, describe sus años por venir, sus amores dispersos, los hijos que no nacerán, las opciones perdidas.
El mago concluye que Bikkhu está hechizado por sí mismo y elabora un contrahechizo. Cada mañana debe hacer una lista de deseos y es entonces cuando descubre la raíz de su mal: todo le da igual, no busca nada. Después de mucho cavilar apunta vagamente dos o tres aspiraciones, encontrar una muchacha, trabajar o tener tiempo libre.
Bikkhu espera una semana, dos meses, tres años. Al final de ese tiempo, ha olvidado su visita al adivino, sigue triste y afligido, pero vive con una muchacha, ha encontrado un trabajo y tiene libre cada tarde. No obstante, se dirige a la mujer con desgana, su sueldo le parece minúsculo y no sabe en qué gastar su tiempo libre. Sus deseos se han cumplido de una manera nebulosa, como él los decidió.
Bikkhu nunca tiene tiempo para pensar en sí. Solo se detiene a lamentarse. Piensa en acudir otra vez al lugar donde visitó a aquel brujo, pero cree que seguramente es un tiempo perdido, pues volverá a errar en sus designios y una pereza infinita lo vence.
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