ALPHONSE MUCHA (Lorenzaccio)
Joe el Misántropo colecciona amistades. Tal vez esta afición parezca contradictoria con su nombre, pero él sabe muy bien que al igual que es preciso desarrollar la vida interior, hay pocas cosas en el mundo más valiosas que los amigos, y que es necesario recorrer a menudo el camino que lleva a sus casas para que no lo cubra la maleza. Sabe también que hay personas tan valiosas como un cuadro de Van Gogh, una estatua precolombina o un diamante de las minas de Sierra Leona.
Para entrar en su lista de amigos no busca premios de belleza, expertos en arte o en matemáticas, geólogos, ingenieros o dentistas acaudalados. Solo pide una cierta hidalguía de carácter. Ya que sabe muy bien que nadie es bueno o malo por completo, aspira a encontrar personas cooperativas y amables, sin dobleces ni intenciones aviesas.
Joe no se limita a los seres humanos para incrementar su colección, pues considera que el mundo animal o vegetal son otra forma de vida, distinta pero a su vez trascendente. Los objetos, incluso, según él, tienen un espíritu indolente y mudo, que raras veces se muestra. Joe el Misántropo saluda a su chaqueta, a sus zapatos, al exprimidor de zumos o al lavavajillas al inicio y al final del día y los cuida como si fueran plantas exóticas.
La colección de amigos de Joe es muy pequeña, solo consta de cinco o seis ejemplares que revolotean alrededor de su vida, algunos de un valor incalculable para él. Otros se extraviaron de forma inesperada y lamenta su pérdida, pero aspira a recuperarlos de nuevo y a llenar su colección con muchos otros, gente de todo el mundo, africanos, americanos y asiáticos, ricos o pobres sin remedio.
Si alguna cosa desea para cuando le llegue el momento de abandonar este mundo, no son mansiones o riquezas que otros disfrutarán o anhelarán en secreto. El Misántropo quiere ser pobre sin pasar dificultades y estar rodeado de amigos que, en el instante final le dediquen, desde cualquier rincón del mundo, un pensamiento afectuoso, pues es el único tesoro que tal vez le pueda servir de algo en el más allá.
Para entrar en su lista de amigos no busca premios de belleza, expertos en arte o en matemáticas, geólogos, ingenieros o dentistas acaudalados. Solo pide una cierta hidalguía de carácter. Ya que sabe muy bien que nadie es bueno o malo por completo, aspira a encontrar personas cooperativas y amables, sin dobleces ni intenciones aviesas.
Joe no se limita a los seres humanos para incrementar su colección, pues considera que el mundo animal o vegetal son otra forma de vida, distinta pero a su vez trascendente. Los objetos, incluso, según él, tienen un espíritu indolente y mudo, que raras veces se muestra. Joe el Misántropo saluda a su chaqueta, a sus zapatos, al exprimidor de zumos o al lavavajillas al inicio y al final del día y los cuida como si fueran plantas exóticas.
La colección de amigos de Joe es muy pequeña, solo consta de cinco o seis ejemplares que revolotean alrededor de su vida, algunos de un valor incalculable para él. Otros se extraviaron de forma inesperada y lamenta su pérdida, pero aspira a recuperarlos de nuevo y a llenar su colección con muchos otros, gente de todo el mundo, africanos, americanos y asiáticos, ricos o pobres sin remedio.
Si alguna cosa desea para cuando le llegue el momento de abandonar este mundo, no son mansiones o riquezas que otros disfrutarán o anhelarán en secreto. El Misántropo quiere ser pobre sin pasar dificultades y estar rodeado de amigos que, en el instante final le dediquen, desde cualquier rincón del mundo, un pensamiento afectuoso, pues es el único tesoro que tal vez le pueda servir de algo en el más allá.
2 comentarios:
Sonrío mientras releo tu texto. Creo que los enlaces que nos unen unos a otros son más firmes de lo que podemos suponer. Pienso de forma muy parecida y mis anhelos serían muy parecidos a los de tu misántropo.
Como bien decías en uno de tus comentarios, todos somos una cosa y la contraria, somos alfa y omega en mayor o menor medida.
Agradezco tus relatos porque también son un poco míos. Tus personajes son globales, todos lo somos.
Un beso, Ramón y gracias por tus reflexiones.
Hola de nuevo, Cristina. Es fantástico encontrarme de repente, al entrar en el blog, con tus comentarios y tus opiniones. Ésta en concreto me ha gustado mucho.
Muxu bat
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