OSWALDO GUAYASAMÍN
No daba señales de vida, sus pies descalzos estaban amoratados, hinchados por los golpes del verdugo.
Tenía las sienes hundidas y aún después lo habían estrangulado. Alguien dijo que tal vez se fingiera muerto para evitar un castigo mayor.
Los centinelas aguardaban afuera, vestidos con trajes blancos, formando triángulos por temor a una emboscada.
Muchachos cómplices vigilaban las calles haciendo señales en cruz sobre los muros, mientras los pájaros volaban alrededor, a ras del suelo, unidos entre sí por relaciones secretas.
Tenía las sienes hundidas y aún después lo habían estrangulado. Alguien dijo que tal vez se fingiera muerto para evitar un castigo mayor.
Los centinelas aguardaban afuera, vestidos con trajes blancos, formando triángulos por temor a una emboscada.
Muchachos cómplices vigilaban las calles haciendo señales en cruz sobre los muros, mientras los pájaros volaban alrededor, a ras del suelo, unidos entre sí por relaciones secretas.
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