RENÉ MAGRITTE (El cheque en blanco)
Las personas, en el ejercicio altivo de su supuesto dominio sobre todo lo que existe a su alrededor, creen ser alumnos aventajados que han superado en poder al Universo, su maestro. Construyen y destruyen, como pequeños diosecillos malcriados. Quitan la vida alegremente y sin necesidad, como dictadores sin piedad que deciden la vida o la muerte de los demás seres. Utilizan a los animales como objetos a su servicio, no como compañeros insondables en su transcurrir ético por el mundo. Matan, pero son incapaces de dar vida a nada. La existencia vuelve a nacer cada día a nuestro lado, como el hecho más trivial. Nacen nuevos niños, crecen las plantas, se extienden las esporas de la vida aquí y allá. Los seres humanos somos muy capaces de matar, pero completamente incompetentes para crear la vida, para llevar a cabo este sencillo paso, omnipresente a nuestro alrededor, tan sencillo de realizar para las fuerzas misteriosas que mueven el mundo.
La vida y la muerte son dos hechos absolutamente banales para las fuerzas de la naturaleza. Suceden cada día, constantemente, a nuestro alrededor, sin necesidad de la participación humana, sin que biólogos, físicos, médicos o ingenieros intervengan o fabriquen uno de sus prototipos. Nacen y mueren las plantas, los árboles, los insectos, los peces, los anfibios, los seres microscópicos, los pequeños mamíferos, las personas o las estrellas. La vida se replica o desaparece con una facilidad asombrosa, sin que parezca, en su dimensión individual, ser un hecho con demasiada trascendencia para el devenir del Universo. La mayor parte de los seres vivos, con la excepción tal vez de los humanos, lo asumen sin tragedias, como una parte más del ciclo natural, del ir y venir de los vientos de la energía por el mundo. Los individuos de cualquier especie luchan por seguir vivos pero al final se resignan a ser devorados, a la vejez, a la enfermedad o al hambre y se dejan morir, en el bosque, en el desierto o tendidos sobre el hielo, sintiendo el frío intenso que los va cercando.
Las personas, en el ejercicio altivo de su supuesto dominio sobre todo lo que existe a su alrededor, creen ser alumnos aventajados que han superado en poder al Universo, su maestro. Construyen y destruyen, como pequeños diosecillos malcriados. Quitan la vida alegremente y sin necesidad, como dictadores sin piedad que deciden la vida o la muerte de los demás seres. Utilizan a los animales como objetos a su servicio, no como compañeros insondables en su transcurrir ético por el mundo. Matan, pero son incapaces de dar vida a nada. La existencia vuelve a nacer cada día a nuestro lado, como el hecho más trivial. Nacen nuevos niños, crecen las plantas, se extienden las esporas de la vida aquí y allá. Los seres humanos somos muy capaces de matar, pero completamente incompetentes para crear la vida, para llevar a cabo este sencillo paso, omnipresente a nuestro alrededor, tan sencillo de realizar para las fuerzas misteriosas que mueven el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario