martes, 7 de octubre de 2008

EL LAMEPIÉS

Butterfly on Fingers (Linda Bergkvist)


El Lamepiés nació en algún lejano tiempo prehistórico. De allí llegó hasta el siglo XXI en un viaje relámpago a través de cien mil años y todavía no sabe bien dónde se encuentra. Piensa que aún se comercia con colmillos o semen de mamut, que a las mujeres se las seduce arrastrándolas por el pelo, que los grupos políticos son hordas guerreras, que el sexo es una cosa que se fuerza, se compra o se practica a solas.

Sin embargo, a pesar de esa desorientación, el Lamepiés ocupa un puesto de privilegio dentro de su clan. Es él quien señala y denuncia, quien hace correr los rumores y prende hogueras invisibles bajo los pies de aquellos que, por su ideología, por su torpeza o bien al contrario, por sus rasgos de brillantez esporádica llaman la atención de sus ojos de tigre o de hiena. Después acude a las cafeterías y tabernas, modernas grutas de convivencia, para extender sus bulos y así salvar el mundo, como un Supermán anoréxico y lascivo.

Los fines de semana el Lamepiés sube montañas, recoge setas tóxicas y acude a reuniones secretas. Allí dirige su pequeño mundo de influencias y teje sus trampas infalibles, a la espera de que un búfalo o una inocente gacela se despeñen distraídamente en una de ellas. Cuando vuelve a casa, de noche, le cuenta a su mujer los mismos chismes sucios de las noches anteriores y dándole de lado, se duerme roncando como un Tryceratops, mientras sueña con obesas diosas prehistóricas.

El Lamepiés fantasea con cacerías sanguinarias, con bisontes y largas cabelleras, con proclamas de luchas de tribus, con yugos y flechas. Cuando al fin se despierta, cansado de tanto trajín, se viste sin prisa y piensa que ese día le espera, como cada vez, su deber ineludible, la pesada carga que consume los años de su vida esquiva y que nadie, jamás, valorará lo suficiente.