lunes, 6 de octubre de 2008

PROPUESTA DE EXCARCELACIÓN

Edward S. Curtis - Prayer To The Mistery

“Detuvieron a dos muchachos en relación con aquellos crímenes. Ambos vivían en el Bronx, aunque a pesar del color ligeramente oscuro de su piel no eran mexicanos o puertorriqueños, como se pensó en un principio, sino auténticos descendientes de los indios algonquinos, que desde mucho antes de que llegasen los primeros colonizadores, ocupaban una amplia región costera de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos, desde el territorio que actualmente ocupa Carolina del Norte hasta Maine.

Se comprobó que no pertenecían a ninguna banda callejera. No eran tampoco el tipo de muchachos que matan el tiempo en la puerta de los billares o que se reúnen formando grupos inquietantes a la entrada de los parques. Uno de ellos estudiaba Ciencias en Yale, gracias a una beca, con excelente rendimiento y el otro era un actor de segunda fila que había intervenido en algunas películas de bajo presupuesto y que acudía cada tarde a practicar el método de Konstantin Stanislawski en un taller de actores dirigido por antiguos alumnos de Lee Strasberg.

Tras proceder a su detención, y una vez rellenadas sus fichas policiales, pasaron varios días en calabozos de aislamiento, mientras se les sometía a un intenso interrogatorio. Después, antes de ser enviados a una prisión del estado, fueron recluidos en una celda mixta de grandes dimensiones, donde dormían juntos, en espera del traslado, pequeños camellos, prostitutas de todas las edades y asesinos de niños. Un año más tarde, el joven actor se casó dentro de la cárcel con una putita de color a la que había conocido durante aquellos días. La muchacha acudía a visitarle a los locutorios del penal varias veces por semana. La noticia de la boda se publicó, como una curiosidad, en varios periódicos y revistas. Todas sus conversaciones están registradas.

Como es sabido, ambos muchachos, en solitario o con la colaboración de desconocidos, habían asesinado a once empleados públicos uniformados. Diez de ellos eran simples policías que hacían a pie sus rondas por los barrios turbios de la ciudad y el otro un soldado que volvía con su petate militar de un lejano destino en Nevada. Hay otros casos dudosos que no pudieron serles imputados con seguridad. Todos ellos -aunque pueda parecer extraño en 1963, el año del asesinato de John Kennedy-, murieron atravesados por flechas o lanzas con penachos de plumas rojas, negras y amarillas, con el cráneo fracturado por golpes de tomahawk o a causa de profundas heridas, provocadas por cuchillos indios, que habían destrozado sus cuerpos salvajemente.

Alguno de los asesinados tenía hasta un total de doce flechas clavadas en su cuerpo. Solamente en uno de los casos, sin embargo, había sido arrancada la cabellera de la víctima, aunque no deja de ser extraño que este hecho ocurriera una sola vez, por lo que pudiera darse el caso de que el autor de esta muerte fuera algún otro malhechor de identidad desconocida o un desequilibrado que siguiera el caso por las noticias de los periódicos.

No obstante, se logró probar que ambos eran miembros de un grupo radical pro-indio que defendía vehementemente el uso de la violencia contra las "fuerzas de ocupación” de su territorio autóctono. No se arrestó a ningún miembro más del grupo, si bien, de hecho, con la detención de ambos muchachos cesaron los crímenes.

En otros estados tal vez hubieran sido condenados a muerte, pero cuarenta y dos años después de que ocurrieran aquellos sucesos, ambos continúan aún con vida. No han estado implicados en ningún alboroto y los informes demuestran que colaboran aceptablemente con los funcionarios de prisiones. Tanto sus conversaciones como sus ocupaciones habituales resultan intrascendentes.

Nuestro informe para su libertad, y más teniendo en cuenta que ambos sufren enfermedades irreversibles, es favorable, si bien con algunas matizaciones que es preciso considerar. En este sentido, no podemos olvidar el presente clima de tensión racial que asola nuestras ciudades, que deberá ser valorado en su justa medida antes de tomar una decisión de cualquier naturaleza”.