No casarse fue el gran error de su vida. Su familia había convenido la boda con los padres de una muchacha de catorce años llamada Samira. Sin embargo, Said, el futuro esposo, rechazó el acuerdo. En aquel tiempo solo pensaba en divertirse y en abandonar Marruecos, su país, para irse a estudiar a una universidad extranjera y conocer un poco del inmenso mundo. Hijo de un rico comerciante de Essaouira, vestía como un estudiante europeo y veía a Samira, que siempre bajaba la vista en su presencia, avergonzada, como una niña sin ningún interés.
Con diecinueve años Said partió desde el aeropuerto de Marrakesh con destino a París. Solo volvía por unos pocos días, durante las vacaciones y ni siquiera se acordaba de la muchacha. Cuando, años después, regresó con el título de ingeniero, pasó unos meses sin nada que hacer, ayudando a su padre en los negocios, juntándose con sus amigos, saliendo a correr por la playa y conduciendo su nuevo todo-terreno, regalo de fin de carrera, por los caminos cercanos.
Sin embargo, cuando un día se encontró frente a frente con Samira el corazón le dio un vuelco. Sabía que se había casado con uno de sus primos y que tenía un niño pequeño, pero al verla se sintió como un boxeador noqueado. Desde entonces la volvió a encontrar con cierta frecuencia en las fiestas familiares. Cuando estaba a su lado, Said sentía una tristeza tan profunda que solo deseaba desaparecer sin decir nada y quedarse en un rincón, mirando al suelo.
Por fin, tras unos meses desorientado y triste, Said aceptó una oferta de trabajo en los Estados Unidos. No obstante, cada verano regresaba a Essaouira. En las celebraciones la muchacha le saludaba cortésmente y se reunía con el resto de las mujeres de la familia, mientras los hombres hablaban o tomaban café o té.
Said se casó en los Estados Unidos, aunque fue infiel a su mujer muchas veces. En cambio, en su pensamiento, jamás traicionó a Samira, la niña que pudo ser su esposa, la mujer que vivía en todos sus sueños.
Con diecinueve años Said partió desde el aeropuerto de Marrakesh con destino a París. Solo volvía por unos pocos días, durante las vacaciones y ni siquiera se acordaba de la muchacha. Cuando, años después, regresó con el título de ingeniero, pasó unos meses sin nada que hacer, ayudando a su padre en los negocios, juntándose con sus amigos, saliendo a correr por la playa y conduciendo su nuevo todo-terreno, regalo de fin de carrera, por los caminos cercanos.
Sin embargo, cuando un día se encontró frente a frente con Samira el corazón le dio un vuelco. Sabía que se había casado con uno de sus primos y que tenía un niño pequeño, pero al verla se sintió como un boxeador noqueado. Desde entonces la volvió a encontrar con cierta frecuencia en las fiestas familiares. Cuando estaba a su lado, Said sentía una tristeza tan profunda que solo deseaba desaparecer sin decir nada y quedarse en un rincón, mirando al suelo.
Por fin, tras unos meses desorientado y triste, Said aceptó una oferta de trabajo en los Estados Unidos. No obstante, cada verano regresaba a Essaouira. En las celebraciones la muchacha le saludaba cortésmente y se reunía con el resto de las mujeres de la familia, mientras los hombres hablaban o tomaban café o té.
Said se casó en los Estados Unidos, aunque fue infiel a su mujer muchas veces. En cambio, en su pensamiento, jamás traicionó a Samira, la niña que pudo ser su esposa, la mujer que vivía en todos sus sueños.
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