La Mujer Tigre se mueve con sigilo en el bosque oscuro de los negocios, en los pasillos de las empresas, en los senderos de la política o en la tupida jungla de las administraciones públicas.
Durante los últimos años, las integrantes de esta estirpe feroz ha logrado conquistar esos entornos, antes inhóspitos para ellas. Hasta hace muy poco eran el hábitat exclusivo de los Hombres Tigre, el linaje al que pertenecen la mayor parte de los empresarios, los banqueros y los dirigentes del planeta, que alcanzaron estos vastos territorios mucho tiempo atrás, hace siglos o tal vez milenios. Quizá, en la época lejana en que los monos dieron paso a los primeros homínidos, una tenue línea evolutiva se fue diferenciando, por mutaciones o apareamientos inconcebibles, para dar lugar a los primeros Hombres Tigre. La especie logró, a lo largo de los siglos, una preponderancia absoluta sobre el resto de los seres humanos, un dominio sanguinario, traicionero y cruel sobre sus posesiones y sus vidas. Calígula, Hernán Cortés, Maximilien Robespierre, Stalin, Pinochet, Leónidas Trujillo, George Bush y una larguísima lista de Hombres Tigre, españoles, asiáticos, africanos, europeos, americanos, han decidido el destino de muchos de los habitantes del planeta hacia el relumbrón inmerecido y las ganancias rápidas, o por el contrario, hacia el ostracismo y la miseria, hacia la cárcel y la tortura o hacia la muerte por bombas atómicas o el pelotón de fusilamiento.
Pero no solo son Hombres y Mujeres Tigre los que llegan a los más altos niveles del Gobierno, los dirigentes de masas y naciones. El Hombre y la Mujer Tigre se desarrollan, en menor medida, en todos los niveles y las escalas sociales, lanzando arañazos y dentelladas a su alrededor para herir gravemente o devorar a los tiernos corderos, que siguen creyendo que el mundo es hermoso, que todos caminamos de la mano hacia nuestro destino en las estrellas.
La Mujer Tigre, al igual que ocurre con el macho de su especie, es capaz de matar de un zarpazo, si se interpone en su camino, aunque sea de un modo accidntal, a un antílope viejo y torpe, a un ñandú despistado, a una joven gacela que aguarda junto a un semáforo o que atraviesa la calle entre los automóviles, que acude a saciar su sed en un bar o que busca con esfuerzo su lugar en el mundo. Las Mujeres Tigre utilizan con frecuencia el señuelo de la igualdad y el feminismo, pero no dudan en despedazar a cualquier miembro de su género que pueda llegar a convertirse en su rival o en su enemigo.
A la Mujer Tigre le gusta merodear alrededor de los hombres de su especie, que, por mucho que utilicen con frecuencia reclamos de igualdad o de apoyo fingido, siguen siendo los príncipes sangrientos, los señores negros que dominan a la manada humana. Estas mujeres les sonríen, les halagan, y tratan de seducirlos sutilmente, para aprender de ellos o para buscar, tal vez, un punto débil que les permita lanzar un ataque furibundo y letal.
Mientras tanto, tímidamente, otras mujeres, jóvenes, adultas o de edades avanzadas, inteligentes, resueltas, solidarias, profundamente éticas, se convierten en investigadoras, letradas, doctoras, diseñadoras, farmacéuticas, empresarias, periodistas, artistas o alcanzan por sus propios valores, con gran esfuerzo, los puestos de mando, tras una pelea invisible con aquellos que los han detentado desde un tiempo inmemorial. Los Hombres y Mujeres Tigres, envidiosos, nerviosos y excitados, dan vueltas a su alrededor, sonriendo como hienas o vampiros, mientras aguardan el momento acertado para el atroz enfrentamiento, para el inevitable duelo de sangre.
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