jueves, 21 de mayo de 2009

EL PRESTIDIGITADOR

LEONARD EVERETT FISHER (The Juggler)


El Prestidigitador consigue todo lo que se propone. Sus deseos son órdenes para el Universo, que los cumple sin demora. Sin embargo, cuando alcanza al fin sus propósitos le parece que todo aquello que buscaba carece de valor.

No es más listo que ninguno, no es hermoso ni tampoco repulsivo, no ha heredado dinero, tierras o mansiones, no practica las amistades de interés ni recorre los pasillos buscando encuentros forzados con amigos poderosos. Todo lo obtiene con la única fuerza de su pensamiento, de su libre voluntad, con el poder desnudo de sus deseos.

El Prestidigitador halla trabajos maravillosos, pero apenas permanece en ellos por unos meses. Logra considerables sumas de dinero que pierde con inusitada rapidez. Las mujeres más bellas se rinden a sus pies y lo abandonan después, contrariadas. Hace amigos con facilidad pero los pierde velozmente. Siempre se encuentra insatisfecho con su destino. Tal vez ese sea el secreto de la existencia, la insatisfacción como motor del cambio, como impulso de la mejora.

El Prestidigitador traza planes que se hacen realidad a su paso, de un modo inexorable, dejando siempre una huella de amargura, hasta que empieza a elaborar otros nuevos. Quienes vuelven a verlo tras un tiempo se sorprenden de su cambio, y lo observan boquiabiertos, como si fuera un viajero llegado del espacio o una criatura escapada de un mundo mágico. Él, en cambio, piensa que sigue donde siempre estuvo, que no se ha movido ni un paso.

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