martes, 9 de junio de 2009

EL BARRIO DE LA VÍBORA

EDUARDO ÚRCULO (Skyline, la gran tentación)


En el Barrio de la Víbora suceden hechos inverosímiles: encuentros inesperados, enamoramientos repentinos, hechizos, algaradas, ganancias súbitas, apariciones mágicas, caídas de pequeños meteoritos, visitas de seres del futuro o de animales misteriosos.

Quien pregunte en cualquier rincón de la ciudad por La Víbora, solo obtendrá respuestas difusas. Todos afirmarán conocer su existencia y dirán haber estado allí en alguna ocasión, pero le dirigirán a sitios diversos, separados por varios kilómetros y por un laberinto de calles enfrentadas entre sí. Una línea de metro conduce hasta el Barrio. La estación parece cambiar de forma y color cada día, con el sol o la lluvia. Sin embargo, tiene salida a un lugar siempre idéntico, a una pequeña plaza llena de vegetación exuberante, de pájaros tropicales, de animación y de vida.

Cuando alguien se extravía, quien lo busca acude al Barrio antes que a la policía, recorre sus plazas, se pierde en sus calles, observando a la gente, esperando verlo aparecer en cualquier instante. Muchas veces descubre al ser que desapareció sin dejar rastro charlando animadamente en un rincón o contemplando a los guacamayos que vuelan en el aire cálido y denso.

El personaje más conocido del Barrio es Moisés el Misterioso. Muchos lo conocen solo por su apodo. El Misterioso posee dones inquietantes: es capaz de volverse invisible y de comunicarse sin palabras. En el preciso instante en que piensas en él aparece a tu lado de repente, riendo y vuelve a desvanecerse enseguida, sin que nadie conozca adónde pudo marcharse. Moisés es el amigo perfecto, que siempre acude a la llamada de los pensamientos, que se adelanta a las necesidades, a los momentos críticos.

Nadie conoce el origen del nombre del Barrio. Se dice que hace muchos años aparecieron allí nidos de serpientes venenosas, que atacaban con saña a quienes se instalaron en ese lugar, donde hasta entonces solo vivían las víboras. Otros, al contrario, asocian el nombre con una extraña mujer, la Víbora, que según se dice vivió en el Barrio un tiempo atrás. Tuvo infinidad de amantes, príncipes, banqueros, ricos comerciantes que acudían a su casa cargados de flores, pero también la pretendieron aventureros, artistas sin éxito y algún galán desharrapado, que, si hemos de hacer caso a las conjeturas, fue su favorito, su único amor. La Víbora, de repente, desapareció, sola, con un niño en sus entrañas, hacia un destino incierto. Todos los hombres de sociedad la olvidaron con rapidez, pero su nombre quedó para siempre, tatuado en los muros, en los bancos de los parques, en la corteza de los árboles, por un vagabundo huidizo que enloqueció de nostalgia.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, Ramón.
Me ha gustado mucho, como todos, claro.
Saludos.
A.

Ramón Guinea dijo...

Hola. Me alegro de que te haya gustado. Es una suerte tener lectoras tan agradecidas como tú. Saludos

Jose dijo...

Hola me llamo Jose Luis. Yo nací en el barrio de La Víbora en donde me críe y crecí hasta los 27 años en que me mudé. Un día movido por la curiosidad, hice una búsqueda sobre el nombre del barrio y me apareció una historia bastante pintoresca, y viene siendo más o menos así:
Cuentan que en un principio, solo había en lo que hoy se conoce como el paradero de la víbora, una especie de posada, lugar de descanso de los comerciantes que hacía la ruta entre La Habana y Güines. Con el paso del tiempo este camino se fue poblando los barrios aledaños a el cobrando vida. Se dice que un día llegó un médico a establecerse en la vecindad de la posada en una época en que la zona comenzaba a dar señales de vida. El galeno, para ejercer sus oficio, escogió un local ubicado a un costado de la posada (creo que se llamaba la campana) y para hacerse anunciar se buscó un pintor que le dibujase en la pared el hoy conocido símbolo de la medicina. Parece que el doctor no se hizo entender muy bien, pues la serpiente que debía enroscarse en el bastón fue sustituida por una víbora... lo demás ya se lo deben imaginar.