domingo, 7 de junio de 2009

LUGARES QUE VISITAN LOS APARECIDOS

REMEDIOS VARO (Aurora)


La distancia que separa la vida y la muerte es muy corta. Un accidente repentino, un avión que se precipita en el mar, una arteria que se obstruye o se abre de improviso nos hacen cruzar, en unos segundos, el umbral.

La distancia entre los vivos y los muertos es una membrana muy fina. Las almas supervivientes no se queman en el infierno, ni entonan salmos ante Dios. Permanecen en los mismos lugares donde vivieron, manifestándose sutilmente, están aquí mientras nosotros aún las recordamos y desaparecen cuando ya no ocupan un lugar en nuestra memoria. Entonces, ya olvidadas, se marchan a recorrer mundos distintos de los que nada sabían hasta entonces.

Los aparecidos tienen sus lugares predilectos. No les gusta estar solos. Se reúnen en las plazas, en los bares atestados, en las oficinas públicas, en las salas de espera de las estaciones de tren y los aeropuertos. Tratan de advertir a los pasajeros en riesgo, reducen la velocidad de los convoyes o desvían las tormentas eléctricas del trayecto de las aeronaves.

Tienen una extraña preferencia por los cuartos de baño. Allí nos observan mientras nos duchamos y nos lavamos los dientes, mientras nos afeitamos o pasamos el cepillo despreocupadamente por nuestro cabello.

Los aparecidos no buscan oscuras venganzas. Tampoco desean asustarnos o llevarnos a su mundo. Al contrario, cuando nos ven deprimidos o tristes se acercan a nosotros dulcemente y nos soplan al oído recuerdos e imágenes de una vida alegre, de una larga existencia, plena de amor, venturosa y feliz.



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