domingo, 24 de agosto de 2008

EL DISPARO LUNAR


De cuando en cuando, suceden hechos terribles e inesperados que desgarran la vida de personas sin rostro.

La luna dispara dardos que hieren los motores de los aviones, que hacen chocar a los automóviles, que alcanzan a personas indefensas con enfermedades de las que jamás habían oído hablar hasta entonces. Sus dardos solo alcanzan, cada cierto tiempo, a una persona entre un millón, pero nada de eso importa si el elegido eres tú. Los disparos de la luna no distinguen entre niños y adultos, entre hombres y mujeres, entre distintas razas, entre gente de rasgos bellos o repulsivos, voluminosos o maravillosamente esbeltos.

La luna juega a ciegas con nuestro destino. Sabe que todo es casi lo mismo y se divierte interviniendo en nuestra vida, hermosa y cruel a un tiempo. Sabe que la enfermedad y la muerte nos aguardan, sin tregua, al final de todos los caminos y acelera o retrasa su tránsito. Ella, que casi lo sabe todo, arroja sus dardos sin ninguna dirección, sin pensar en ello, a la buena estrella, y decide quien muere hoy, quien enferma de fiebres misteriosas o de vertiginosas neoplasias, o quien desbordado por la desgracia abandona este mundo sin un adiós, sin una carta, sin besos ni lágrimas.