lunes, 18 de agosto de 2008

EL JUEGO DE LOS AUGURIOS

Giovanni es médico, una profesión que exalta los hechos comprobados, la evidencia científica, la demostración de la validez indiscutible de una técnica o un medicamento. Él no cree en la acupuntura, en la osteopatía o en la curación por las plantas medicinales, pero curiosamente tiene cierta afición por las ciencias paranormales, el ocultismo y la adivinación.

En una ocasión acudió con su prima Gina a la consulta de una echadora de cartas. Para demostrar su poder, la mujer hizo aumentar de repente, no se sabe cómo, la altura de la llama de una vela que estaba en la mesa. Tenía escobas colocadas al revés detrás de las puertas, y tijeras abiertas en dos. Sin embargo, no estuvo muy afortunada con sus pronósticos. La cartomante les dijo que eran novios, que estaban muy enamorados y que se casarían pronto. Al salir los dos se rieron durante un buen rato, y Giovanni decidió que nunca más volvería a un lugar donde quisieran interpretarle su futuro.

Poco después, se fue de viaje a Costa Rica con un grupo de amigos. Pasaron una de las primeras noches en un hotel del pueblo de Tortuguero. Fueron a la playa y delante de un pequeño fuego se intercambiaron chistes y anécdotas divertidas. Giovanni contó la historia de la echadora de cartas y todos se rieron. No obstante, una muchacha que habían conocido esa misma tarde intervino:

“El futuro se puede adivinar”, dijo Montse, una chica de Barcelona, “pero no hace falta utilizar el I Ching, las cartas del Tarot, los posos del café, las runas ni nada por el estilo. Basta con concentrarse en uno mismo y en la persona que tienes enfrente, establecer una comunicación especial, una unión casi perfecta. Tienes que bajar a un nivel de conciencia que es más animal que humano, olvidarte de los pensamientos que pasan sin cesar por nuestra cabeza y sentir que te fundes con la otra persona. Entonces lo puedes saber todo sobre ella, el pasado, el presente e incluso el futuro que le aguarda”.

Montse hizo la prueba con Giovanni. Al principio él se reía, pero después la muchacha le fue contando algunos hechos de su vida que de ningún modo podía conocer. Le adivinó su edad, su fecha de nacimiento, el nombre de sus padres y sus hermanos, la calle donde vivía, donde había estudiado, el nombre de su última novia y la razón de la ruptura, y le habló de una pequeña dolencia física que tenía hace años y de la que no había hablado con nadie. Después le dijo que en ese viaje se enamoraría de una chica argentina que iba a encontrar en Cahuita, en la costa del sur del país.

Giovanni se quedó impresionado. Dos días después, el grupo llegó a Cahuita. En un puesto callejero, un amigo fue a comprar un regalo. La vendedora, de apariencia hippie, se dirigió a Giovanni. “¿No quieres nada para tu novia?” le dijo. Se quedó sorprendido al oír su acento. La chica era argentina. Aquella noche estuvieron juntos, bailaron, cenaron y durmieron en casa de la muchacha.

De vuelta del viaje, ya en su ciudad, Giovanni, completamente enamorado, volvió a hablar con Montse para comentarle lo que le había pasado. Ella, de forma un tanto sorprendente, le dijo que en realidad no creía tanto en esas cosas y que tal vez no hubiera sido más que una casualidad.

Los días siguientes, Giovanni practicó con su prima Gina, intentando conseguir esa comunicación especial, la base del que llamaron “el juego de los augurios”. No notó la maravillosa fluidez en la comunicación con otro ser vivo de la que Montse había hablado, y las cosas que le vinieron a la cabeza fueron un tanto banales: le dijo a su prima que iba a estar contenta en el trabajo y que tal vez conociera a alguien en los meses siguientes. Gina se rió un buen rato, sin creer nada de lo que escuchaba. A Giovanni también le pareció que no decía más que tonterías.

Siguió practicando la medicina, su verdadera profesión, renegando, como siempre, de las prácticas alternativas, que en su opinión no servían más que para engañar a los incautos, y soñando con que, solo dos semanas después, iría a Buenos Aires, donde le aguardaba la muchacha argentina a la que conoció por medio del juego de los augurios.