domingo, 20 de julio de 2008

EL MONZÓN


Avanzamos bajo las nubes, entre los campos de arroz, observados por rebaños de cabras y vacas negras. De las pequeñas casas de barro que flanquean las pagodas salen bocanadas de humo.

Caminamos descalzos sobre las flores amarillas, escuchando los gritos de los niños. En la puerta de la casa de té, sentado como un centinela, un anciano nos mira fijamente, mientras la lluvia arrecia.

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