jueves, 24 de julio de 2008

MI HERMANO SHAG


Shag y yo comemos maíz, dulces de cactus y albaricoques maduros. Luego salimos al balcón y hablamos en lenguaje de signos con nuestros amigos, que viven en los suburbios, a todos lados, en pequeñas casas destartaladas.

Shag duerme con los ojos abiertos. Para no despertarle, hablo en susurros con los fantasmas que vivieron aquí antes que yo y mi hermano. Ellos me contestan en completo silencio y ríen como pececillos asustados.

De mis ojos no sale ninguna luz, mi corazón se ha vuelto cada vez más sombrío. Me abrazo a un viejo abrigo que fue de mi padre, y la tristeza desaparece, como si nunca hubiera estado allí o como si se hubiera ido para siempre.


No hay comentarios: