jueves, 17 de julio de 2008

LUGARES PROHIBIDOS PARA MUCHACHAS


El 15 de septiembre de 2005, aniversario del nacimiento de Marco Polo, Walter Songoma, un joven de origen africano, inició un viaje en todo-terreno alrededor del mundo. Decidió partir desde Venecia, como el viajero medieval, con la intención de seguir su misma ruta, pero su carácter anárquico le impulsó a desviarse con frecuencia del camino marcado.

Walter relata, en su largo viaje, sus experiencias en muchos lugares por los que también pasó el célebre mercader veneciano, pero cita también otros muchos pueblos o ciudades de los que nada se sabe, que no aparecen en ningún mapa y sobre cuya existencia real existen dudas fundadas.

Los estudiosos del viaje de Songoma, tratando de demostrar la inverosimilitud de sus datos, hacen notar su afición a todo tipo de bebidas alcohólicas y a algunas drogas peligrosas, a las que sin duda pudo recurrir durante el viaje, dado que tanto unas como otras se encuentran con facilidad en la mayor parte de los lugares del planeta.

Así, Songoma asegura haber llegado a una ciudad situada en las orillas del mar Caspio, conocida como Esma, que está gobernada mayoritariamente por mujeres, y donde los hombres desempeñan un papel de meros acompañantes, bufones o comparsas.

Un consejo de mujeres está al frente del gobierno municipal. Solo un hombre ejerce tareas de funcionario, encargándose de la gestión de la cultura y las áreas de recreo. Dado que los esmaítas apenas leen y no tienen cines o teatros, una de sus escasas actividades es organizar funciones de danzas regionales, que, por una antiquísima ley, solo practican los hombres.

Las mujeres escogen marido en el transcurso de estas danzas. En ellas, los hombres exhiben sus encantos y demuestran sus cualidades y atributos. Es habitual que se maquillen y se adornen con ropas de vivos colores para atraer a las muchachas, vitales y decididas, que observan con atención sus movimientos.

Son mujeres la directora del único banco, de la cárcel municipal, de la cofradía de pescadores, de la hacienda pública, de la policía y del tribunal de justicia. La pena de muerte está abolida, pero abundan las severas condenas, de prisión o castigos corporales, por vagancia y por participar en altercados y peleas.

La leyes reservan otras actividades, además de la danza y el baile, a los hombres y las prohíben a las mujeres. Además existen lugares vetados a las muchachas. No son, como cabría esperar, las tabernas, las discotecas o los lugares de diversión, sino las sastrerías y tiendas de moda, los talleres de cómicos, los mataderos, las guarderías, los hospitales, los cementerios o las sendas que recorren la orilla del mar.

Los fogones son, así mismo, lugares reservados a los hombres, al igual que los mercados. Allí se reúnen a media mañana, para charlar de las novedades mientras hacen la compra. Sus temas favoritos son el tiempo, las historias divertidas, la filosofía profunda, los niños y las vicisitudes políticas. Los hombres pasean al borde del mar, charlando y pensando, ideando frases graciosas o números cómicos. Se diría que sus tareas fundamentales son reflexionar sobre el mundo y entretener o hacer reír a las mujeres que rigen los destinos de la ciudad.

Los esmaítas están considerados grandes amantes, apreciados filósofos y excelentes narradores de historias. Son hombres los que cuentan animadas anécdotas en las tabernas o delante del fuego de las casas. En ellas, entre otras, se habla del inicio de los tiempos, cuando la diosas del panteón de Esma, todas mujeres, crearon a la primera de ellas a su imagen y semejanza y de uno de sus glúteos extrajeron al hombre para ser la fuente de su placer, su distracción, su apoyo y su complemento.

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