Caminan bajo la lluvia nocturna para escapar del sueño que los persigue. Miran a las muchachas que vuelven de sus citas de amor, a los soldados que patrullan en coches blindados, a los enmascarados que esconden pistolas bajo la ropa, acechan a los suicidas que practican pantomimas de sangre.
Se mueven como si fueran tigres o sacerdotes de una religión ya olvidada, visitan las casas incendiadas, los muros destruidos por las bombas. Descubren gatos, palomas, venados, zorros que escarban entre las ruinas oscuras, buscando comida.
En las plazas desiertas encuentran los cuerpos de los caídos en el ataque, cubiertos por banderas rojas. Los miran temblando, como dos niños invisibles que desafían, con sus cuerpos empapados, a la vida y la muerte.
Se mueven como si fueran tigres o sacerdotes de una religión ya olvidada, visitan las casas incendiadas, los muros destruidos por las bombas. Descubren gatos, palomas, venados, zorros que escarban entre las ruinas oscuras, buscando comida.
En las plazas desiertas encuentran los cuerpos de los caídos en el ataque, cubiertos por banderas rojas. Los miran temblando, como dos niños invisibles que desafían, con sus cuerpos empapados, a la vida y la muerte.