Cada mañana, nada más despertarse, Sing apunta cuidadosamente lo que recuerda de sus sueños. Ha llegado a hacer un inventario detallado de todos los personajes, objetos y lugares que aparecen en ellos. Incluso ha dibujado mapas, escenas y rostros que parecen sacados de una extravagante película de ciencia-ficción.
Los personajes de los sueños viven en una realidad diferente, con sus propias leyes y costumbres, incomprensibles para nosotros. Tienen amigos y enemigos, buenos y malos que son muy distintos a los de la vida real. En sueños, el padre de Sing, por ejemplo, que siempre ha sido tranquilo y pacífico, le golpea con fuerza o le sorprende abriendo la puerta de su cuarto mientras fuma o se masturba. Lide, una compañera de trabajo con la que apenas habla, mantiene apasionadas relaciones sexuales con él en viajes a países lejanos. En otro sueño, alguien llama a su puerta y le entrega en una bandeja la cabeza cortada de un vecino del portal con el que jamás ha cruzado una palabra. En uno más un anciano vestido de blanco le regala una piedra de apariencia simple, pero con efectos maravillosos, que consigue para Sing todo aquello que le pide cuando la lleva consigo, como un genio de las mil y una noches.
Los seres que habitan en sus sueños son muchísimos más, leopardos, niños cubiertos de hojarasca, hombres y mujeres con máscaras y disfraces, manzanas que dan la inmortalidad, islas abandonadas, espadas y espejos mágicos, fuegos devastadores que queman su casa, castillos tenebrosos con puertas ocultas, vagones de tren donde se esconden fugitivos, cadáveres que flotan bajo el mar, ballenas y espíritus del viento.
“La vida se inició con un sueño, y los sueños se cumplen” leyó Sing un día en un libro sobre los indios de América del Norte. Hoy, último día del mes de julio, al salir del trabajo, Sing coge un autobús y se va a la parte de atrás, donde encuentra un sitio libre. Al principio no se da cuenta, pero a su lado está Lide, la compañera de trabajo que aparece a veces en sus sueños. Hablan de cosas intrascendentes y entre otras, de las próximas vacaciones. Sing le dice que no tiene ningún plan, pero que le hubiera gustado ir a Grecia, en especial a alguna de sus islas, a Rodas, Corfú o Santorini. Lide le dice que a ella también le haría ilusión volver a una isla griega, pues una vez estuvo en Creta y le gustó mucho. Entonces la muchacha se acerca a él, casi tocándole el rostro, y le propone: “¿y si nos vamos juntos?”.
Los personajes de los sueños viven en una realidad diferente, con sus propias leyes y costumbres, incomprensibles para nosotros. Tienen amigos y enemigos, buenos y malos que son muy distintos a los de la vida real. En sueños, el padre de Sing, por ejemplo, que siempre ha sido tranquilo y pacífico, le golpea con fuerza o le sorprende abriendo la puerta de su cuarto mientras fuma o se masturba. Lide, una compañera de trabajo con la que apenas habla, mantiene apasionadas relaciones sexuales con él en viajes a países lejanos. En otro sueño, alguien llama a su puerta y le entrega en una bandeja la cabeza cortada de un vecino del portal con el que jamás ha cruzado una palabra. En uno más un anciano vestido de blanco le regala una piedra de apariencia simple, pero con efectos maravillosos, que consigue para Sing todo aquello que le pide cuando la lleva consigo, como un genio de las mil y una noches.
Los seres que habitan en sus sueños son muchísimos más, leopardos, niños cubiertos de hojarasca, hombres y mujeres con máscaras y disfraces, manzanas que dan la inmortalidad, islas abandonadas, espadas y espejos mágicos, fuegos devastadores que queman su casa, castillos tenebrosos con puertas ocultas, vagones de tren donde se esconden fugitivos, cadáveres que flotan bajo el mar, ballenas y espíritus del viento.
“La vida se inició con un sueño, y los sueños se cumplen” leyó Sing un día en un libro sobre los indios de América del Norte. Hoy, último día del mes de julio, al salir del trabajo, Sing coge un autobús y se va a la parte de atrás, donde encuentra un sitio libre. Al principio no se da cuenta, pero a su lado está Lide, la compañera de trabajo que aparece a veces en sus sueños. Hablan de cosas intrascendentes y entre otras, de las próximas vacaciones. Sing le dice que no tiene ningún plan, pero que le hubiera gustado ir a Grecia, en especial a alguna de sus islas, a Rodas, Corfú o Santorini. Lide le dice que a ella también le haría ilusión volver a una isla griega, pues una vez estuvo en Creta y le gustó mucho. Entonces la muchacha se acerca a él, casi tocándole el rostro, y le propone: “¿y si nos vamos juntos?”.