domingo, 13 de julio de 2008

LOS TIVS


Los Tivs viven entre nosotros, pero muy pocos son capaces de reconocerlos. Hay quien dice que son invisibles, pero una mayoría de expertos asegura que si no se los percibe es, dejando a un lado su pequeña estatura y su extrema delgadez, porque nadie se fija en ellos, debido al autismo o la miopía que son consecuencia de nuestra vida desordenada y febril. Los niños y los viejos, generalmente, los ven con mayor facilidad. Por el contrario, tienden a ser transparentes para las clases acomodadas. Los ancianos los temen o los miran con recelo, a pesar de que un Tiv sería incapaz de hacerles el menor daño.

Los miembros de esta raza, ya sean hombres o mujeres, son, a pesar de su pequeña estatura, realmente hermosos, de rasgos casi perfectos. Por desgracia, no viven más allá de quince o veinte años, por lo que intentan apurar al máximo cada día de su existencia. Tampoco pierden un solo momento en meditar asunto alguno ni practican la introversión o la flagelación mental. Hacen caso, llanamente, a su corazón, y rara vez se equivocan.

Los Tivs visten de forma innovadora, colorista y personal. Serían una extraordinaria fuente de inspiración para diseñadores de moda sin ideas, pues son realmente originales. Siempre tienen la misma apariencia física, pues maduran muy rápido y nunca envejecen.

Se dice que el pueblo Tiv proviene de un lejano valle de Buthan, completamente aislado del resto del mundo. Lo cierto es que sus rasgos pueden parecer asiáticos, aunque no practican el budismo. Sin embargo, podría decirse de ellos que son, a su modo, religiosos o espirituales. En todo caso, la suya es una religión sin iglesias, sacerdotes, mandamientos, dogmas ni rezos.

Hay comunidades Tivs en los cinco continentes. Las poblaciones más grandes de que existe constancia son las de Melbourne, Toronto, Pittsburgh, Bombay, Ankara, Nápoles, Atenas y Nairobi. Aún así, en Atenas, donde residen en mayor número, no sobrepasan los cien individuos.

Una muchacha o un muchacho Tiv es el mejor amigo que uno puede encontrar. Son leales como cachorros, aunque menosprecian el sexo. De hecho sigue siendo un misterio el mecanismo de su procreación.

Raras veces invitan a sus amigos a comidas o a cenas. Si lo hacen, este es el mayor reconocimiento de amistad o de cariño que pueden otorgar a alguien, una prueba de amistad indeleble y duradera.

Los Tivs se hacen querer por todos los que los conocen. Puesto que no persiguen el poder, el sexo o el dinero, nadie les considera oponentes de cuidado para sus planes. Cuando mueren, sus amigos lloran sinceramente su ausencia. Ellos, sin embargo, apenas dan importancia a ese tránsito. Creen que después se convierten en flores de diversas formas y colores y se apenan, por ello, cuando ven ramilletes cortados o terrazas con plantas mustias o secas.

Su muerte jamás es grosera o violenta. Simplemente, en mitad de cualquier actividad diaria, se adormecen y quedan en silencio, detenidos en aquello que estuvieran haciendo, como si hubieran comenzado un periodo de letargo o fueran aparatos que se hubieran desconectado.

Tal vez la vida de los Tivs continúe en los parques y balcones de las ciudades donde vivieron o acaso lo haga en algún lugar muy distinto. Yo, que nunca he conseguido verlos, sin embargo, cuido con mimo de mi pequeño jardín y hablo en voz muy baja a las flores, como si fueran bebés dormidos.

No hay comentarios: