viernes, 4 de julio de 2008

DARDOS ENVENENADOS

Escucha en silencio los cantos sagrados mientras su mujer le frota el cuerpo con barro y sangre menstrual.

Antes de partir a su extraño viaje come alacranes, cerebro de cordero, corazón de búho, bebe veneno de mamba.

Un sacerdote le azota con golpes de látigo para que pueda atravesar sin dolor las puertas que conducen al más allá, el mayor misterio. Lleva en el puño cerrado semillas de cardo para regresar, cuando vuelva en sí, a su familia, a su tribu.

Quema su penacho de plumas, con los ojos cerrados siente la punzada del miedo como un dardo envenenado que le lleva al lugar sin retorno, al reino de la muerte.

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